1.- Háblanos de tu último/s libros. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?
La espesura del cielo supone una incursión “guerrillera” (en todo el sentido de la palabra) en la prosa —si bien es verdad que, además de poesía, he escrito cuentos esporádicamente, pero nunca con la intención de unidad—, una incursión como un reto para mí, ya que tiendo al lenguaje conciso y simbólico de los poemas, pero aquí tenía la certeza de una historia y el desafío de narrar y construir un personaje complejo, lleno de aristas y contraluces, en un momento crítico de su vida. En cuanto al tiempo, he mirado mis primeras notas con respecto a esta historia que me ocupa y son de ¡2006! Esa fecha resume el lento trabajo en el suelo estar embarcada.
2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?
Con la poesía. Me parece que la relación con la palabra es más profunda, material y sensorial; es un acicate el trabajo con ella por la concisión a la que obliga y por lo revelador o inaudito que puede llegar a ser el resultado.
3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?
Creo que es una pregunta con muchas vertientes, que daría para una larga conversación. Ha sido y es más que positivo, y necesario, el cuestionamiento del canon –ha habido y sigue habiendo clamorosas ausencias–. Pero habría que tener más exigencia crítica por todas las partes implicadas, qué obras deben y merecen integrarlo, no toda novedad merece incorporarse inmediatamente.
4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?
Entré en la literatura por el cuento clásico argentino (Quiroga, Borges, Cortázar, Ocampo, Arlt, Bioy…), la ciencia ficción (especialmente con Bradbury) y por la poesía del ’27. Y luego fue fundamental un verano de infancia en el que leí La Eneida; a partir de ahí, los clásicos latinos y griegos me han acompañado siempre. Y comenzando con Alejandra Pizarnik —a quien tuve la suerte de leer muy pronto—, una gran parte de mi biblioteca la ocupan notables escritoras, desde Virginia Woolf, María Luisa Bombal, Katherine Ann Porter, Lydia Davis, Elena Garro, Amparo Dávila, Armonía Sommers, Ana María Shua, Hebe Uhart, Loorrie Moore, Anne Carson, hasta María Negroni, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada o Mariana Enríquez, y mi imprescindible Marta Aponte Alsina.
5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?
Las bodas de Cadmo y Harmonía, de Calasso, cualquier ensayo de Quignard, cuentos de Sara Gallardo, Chacel, Rodoreda, Di Benedetto o Borges, y poemas de Pizarnik, Amelia Biagioni, Arturo Carrera, Juana Bignozzi, Hugo Padeletti, Irene Gruss, Hugo Gola… Cualquiera de Rodolfo Walsh, Marta Aponte, Garro, Gelman o de Marcelo Cohen. Como se puede observar, son muchas las autoras y autores que admiro.
6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?
No las podría separar, se retroalimentan, es una vía de ida y vuelta: las buenas lecturas me impulsan siempre a escribir. Y escribir hace que no deje de leer nunca.
7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?
De Lorena Salazar Masso, Una herida llena de peces; de Carlos Gamerro, La jaula de los onas; de María Moreno, Homenajes y despedidas; de Ricardo Piglia, Introducción general a la crítica de mí mismo; de William Vollmann, Europa Central. Y por supuesto La llamada, de Leila Guerriero.
8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?
Sumarse a cualquier iniciativa en estos ámbitos académicos, en talleres en bibliotecas y en librerías, en revistas, en ferias, encuentros, foros, etc. Estar presentes en los medios que tengamos a nuestro alcance, asistir o promover la participación en radio y prensa.
9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?
Como ha sido un largo proceso, siempre he estado leyendo otras cosas —ensayo, poesía, crítica literaria, narrativa—. Y además me documenté mucho con respecto al movimiento revolucionario y la lucha armada en los años ’70 en América Latina (también la represión y la dictadura en Argentina). Creo que a partir de los diarios del Che en Bolivia leí todo lo que cayó en mis manos. Y sigo, en estos días estoy leyendo la gran investigación que realizaron hace años Eduardo Anguita y Martín Caparrós, en La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina, 1966-1973, que no había podido conseguir hasta ahora.
10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.
Por suerte cuento con una habitación propia, pequeña y bastante fría porque tengo una ventana que da a campo abierto, con una preciosa vista a la montaña y a estepa madrileña. Estoy rodeada de libros, cuadernos, bolis, lápices, piedras y figuritas que pueblan mi escritorio.