1.- Háblanos de tu último/s libros.

Aunque Inés dice es la novela que estoy presentando justo ahora, empecé a escribirla nada más publicar la primera: Mejor Púgil que Tahúr, hace ya once años.  Mientras tanto, me dio tiempo a publicar Espejos de Feria, El Edicto y ¿Dónde está Sirio, mamá?

¿Qué ha supuesto para ti?

Al principio, Inés dice fue una manera de afrontar uno de los episodios más amargos de mi vida: tener que aceptar la marcha de mi hija, una mujer con diversidad funcional, a una residencia.

Poco a poco, fui dándole forma literaria a esa experiencia buscando una trama y un entorno familiar ficticio.

Cobró cuerpo la historia de una mujer que sufre ese maltrato oculto, el que ocurre dentro de las casas, el más extendido y del que menos se habla, a mi entender, por vergonzante. Cobró cuerpo la historia de una mujer que consigue salir de su ostracismo asumiendo la lucha por los derechos de las personas diferentes.

¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Como he dicho al principio, once años. Las trescientas páginas de la primera versión se han visto reducidas a ciento catorce.  Además, al tomar prestados episodios biográficos de mi hija, le di muchas vueltas a si publicarla o no. Finalmente, se lo comenté y ella dio su permiso.

2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas?,¿Por qué?

Empecé a escribir tarde. Lo hice con relatos. Pero el relato requiere de más paciencia para dejarlo redondo, no admite fisuras. Y soy demasiado inquieta. También tenía una larga experiencia de vida que podía ayudarme a construir tramas y personajes. Así que me inclino por la novela.

3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?

Si hablamos de la igualdad de género, salir de tantos siglos de ninguneo sobre nuestra capacidad de hacer algo más que parir y cocinar no se consigue en unas pocas décadas. Queda mucho camino por andar.

4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras? 

Por la edad que tengo, recibí una educación absolutamente patriarcal, así que, acumulo muchas más referencias masculinas. Me causó mucha impresión El Cristo de Nuevo Crucificado de Nikos Kazantzakis, luego llegó Últimas Tardes con Teresa, y para no extenderme mucho, entre mis preferidos están Conrad, Coetzee y Thomas Bernhard.

En cuanto a mujeres españolas, llevo dentro La Plaza del Diamante de Mercé Rodoreda, La hora violeta de Montserrat Roig y, últimamente, me gustó descubrir a Marta Sanz con Black, Black, Black. Entre las extranjeras, Carson McCulers, Toni Morrison, Virginia Wolf, Agota Kristof, Annie Ernaux, Siri Hustvedt.

5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?

Viaje al Corazón de las Tinieblas en primer lugar, y Desgracia en segundos.

6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?

Son inseparables. No se puede escribir sin leer. Y si escribes lees mucho mejor.

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?

Hamnet, de Maggie O’Farrell.

8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?

En primer lugar, seguir escribiendo, seguir leyendo, alzar nuestra voz siempre que podamos, buscar los lugares para hacerlo.

Pero, sin duda, para animar a las mujeres que nos sucederán, sería importante impulsar charlas en los institutos e intervenir en aulas universitarias. Podía ser un trabajo bonito para AMEIS.

9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?

La escritura de Inés Dice ha ocupado un periodo tan largo de tiempo que no puedo concretar la respuesta. Pero, para otros procesos creativos, una vez identificado el tema procuro buscar literatura relacionada, no sólo de ficción. Me gusta encuadrar las obras en un entorno sociológico.

Cuando estoy en vena leo menos, pero nunca dejo de leer.

10.- Describe cómo es tu habitación propia, ese lugar o lugares donde sueles escribir.

Es una habitación no muy grande, con estanterías de libros, un jarrón con conchas marinas que he ido recogiendo en mis viajes y un tapiz uruguayo que me regalaron en el 82, a raíz de un viaje de trabajo que dio un vuelco a mi carrera profesional. Nunca antes, la institución para la que trabajaba había confiado a una mujer la valoración de un banco allende los mares y no les quedó más remedio que admitir que había traspasado el “techo de cristal”. Quince años más tarde, dejé el mundo financiero para dedicarme a la literatura.

Pero he tomado notas, escrito y corregido en el metro, en la playa, en bares, a veces cuando paseo me da rabia no tener un papel a mano. Las ideas primeras, aunque precisen de matices, me parecen más intuitivas y frescas y me gustan.