Portada Mapas de asfalto de Carmen Peire 1.- Háblanos de tu último libro. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Lo que ha supuesto es trabajo, escritura, lectura, corrección, volver a escribir, mentalizarme, estudiar libros de astrofísica, situar a los personajes en contextos históricos, desechar personajes, desechar la novela, volver a ella, hacer un borrador, pensar que no valgo para nada, corregir con las correcciones de amigas, seguir intentándolo. Hasta que sale. O sea, como todos los demás libros. Mi anterior libro salió en el 2017. Esta novela la finalicé en el 2022 aunque haya tardado en salir, ya se sabe, la pandemia, las listas de espera, los plazos, el silencio editorial hasta que te dicen que sí. O sea, que
aproximadamente he tardado cinco años. A lo mejor soy lenta, pero mientras, también vivo.

2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?

Hablaré de lo que se me da mejor. Me desenvuelvo mejor entre el cuento y la novela. El libro de cuentos me parece más gratificante porque a unos le puede gustar un cuento y a otros otro, o sea, es más fácil contentar a más gente; yo con que me digan “me gustó tal cuento” me conformo, aunque se venden peor, en este país creo que solo los cuentistas leemos a los cuentistas. La novela es un órdago a la grande: o gusta o no gusta. Reconozco que, cada uno en su estilo, son dos géneros que me apasionan. Pero ya digo, a lo mejor es porque me desenvuelvo mejor en ellos. Me encantaría dominar guion, escribir un ensayo o poesía, pero… no tengo talento para ello.

3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?

Poco a poco se va avanzando, aunque estamos muy lejos todavía. Pero lo que voy leyendo sobre todo de escritoras jóvenes y no tan jóvenes ya supone, de hecho, aunque no se diga, un cuestionamiento del canon literario actual.

4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?

La lista es interminable y tengo la sensación de que si empiezo a nombrar no acabaría y si se me olvidara alguna, luego me entraría mala conciencia. Así que lo dejo aquí.

5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?

Todos los que me han gustado, pero sobre todo El Quijote, Los episodios nacionales de Galdós o las seis novelas del laberinto mágico, Los Campos de Max Aub.

6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?

No concibo una sin la otra. Si no se lee, no se puede escribir bien. Podrás redactar, pero no escribir. Hay una frase maravillosa de Virginia Woolf en su novela Orlando con la que me identifico plenamente y por eso la pongo aquí:

“Una vez que el mal de leer se apodera del organismo, lo debilita y lo
convierte en una fácil presa de ese otro azote que hace su habitación en el
tintero y que supura en la pluma, el miserable se dedica a escribir… El lector
que haya intimado con las severidades del trabajo de redactar no necesitará
pormenores: cómo escribió y le pareció bueno; releyó y le pareció vil: corrigió
y rompió; omitió; agregó, conoció el éxtasis, la desesperación: tuvo sus
buenas noches y sus malas mañanas; atrapó ideas y las perdió; vio su libro
concluido y se le borró; personificó sus héroes mientras comía; los declamó al
salir a caminar; rio y lloró; vaciló entre uno y otro estilo; prefirió a veces el
heroico y pomposo; otras el directo y sencillo… y no llegó nunca a saber si
era el genio más sublime o el mayor mentecato de la tierra”.

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?

Me han gustado mucho dos libros de Benjamín Labatut, Un verdor terrible y Maniac. Es muy recomendable también Sin relato, de Lola López Mondéjar y Alcaravea, de Irene Reyes-Noguerol. Tengo pendiente La península de las casas vacías, de David Uclés. Caerá pronto. Me ha gustado también Azul de agosto, de Deborah Levi

 

Carmen Peire

 

8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?

Aparecer, aparecer, aparecer, atrevernos a copar espacios, a levantar la voz aunque nos llamen pesadas, presentar nuestros manuscritos a editoriales, presentar proyectos, exigir la Biblioteca de las Mujeres, investigar, exigir que aparezcamos en los libros de texto, que haya referentes para las demás generaciones. Es uno de nuestros lemas: porque ellas fueron, nosotras somos; porque nosotras somos, ellas serán. Pero es triste y penoso que no nos atrevamos. Al parecer las editoriales que pueden ser más afines comentan que les llegan pocos manuscritos de mujeres. Si de raíz no nos atrevemos, poco hacemos clamando la igualdad en las publicaciones, en la promoción de actos públicos o privados.

9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?

Si he tardado entre cuatro o cinco años en esta novela, es imposible estar sin leer todo ese tiempo. Puedo estar sin escribir, pero no sin leer. Es una tontería centrarme en la escritura para que la lectura no me influya. Precisamente lo que quiero es que me influya. Y he leído muchísimo, he releído casi todo Kafka, de nuevo Camus, Miss Dalloway… Maggie O’Farrell fue un descubrimiento, lo
mismo que Claire Keegan, es la bomba, nadie debería perdérsela, lo mismo que Cristina Sánchez Andrade o nuestra Alice Munro particular, Cristina Fernández Cubas. También muchas escritoras que ahora se publican, tanto jóvenes como rescatadas, Elena Garro, por ejemplo, me ha impactado mucho. Olga Tokarczuk también, me encanta. Tengo pendiente la actual Premio Nobel.

Para esta novela han caído, además, El desierto de los tártaros, de Dino Buzzatti, Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, Moby Dick, el Quijote, Breve historia del tiempo, de Hawking, aunque la segunda parte me costó mucho, no sé si llegué a entenderlo. Por último, 100 cuestiones sobre el Universo, de Joan Catalá.

10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.

Mi ordenador, pantalla enorme, casi de tv, debido a mis problemas con la vista, está en el dormitorio. Menos mal que es grande y me cabe una gran mesa desordenada, donde reina un aparente caos de libros, papeles y notas alrededor, pero donde me apaño y, como alguien mueva algo, me desespero porque entonces no lo encuentro. Allí me aíslo y es donde mejor escribo de toda la casa. En los veranos tengo una pequeña habitación con el portátil y los libros. Allí escribo muy a gusto. El campo o el mar me dan también la suficiente paz para poder escribir. Pero sobre todo el mar, la mar.