Esta espera que lo envenena todo Maite Nuñez

1.- Háblanos de tu último/s libros. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Mi último libro es Esta espera que lo envenena todo. Es mi tercer libro. Es, como los dos anteriores, un libro de relatos. Lo constituyen doce cuentos con los que invito al lector a regresar al territorio imaginario de San Cayetano. En ese escenario estos relatos se entrecruzan y dialogan entre sí para conformar una historia hecha de pequeñas historias. La historia de una espera: la espera de una llamada, la espera de un diagnóstico, la de un regreso que no se va a producir, la espera -finalmente- de un milagro. A veces, incluso, la espera de nada. Son textos que respiran un mismo aire, una misma atmósfera, que son crudos pero también tiernos. En definitiva, intento indagar con ellos de forma sutil en la fragilidad humana.

Esta espera que lo envenena todo supone mi regreso a las librerías después de ocho años. En 2015 apareció mi primer libro (Cosas que decidir mientras se hace la cena) y en 2017 el segundo (Todo lo que ya no íbamos a necesitar). Creo, vistos en perspectiva, que Esta espera que lo envenena todo viene a cerrar una especie de trilogía sobre la incertidumbre: la incapacidad de tomar decisiones, en el primero, las ausencias en el segundo y la espera, en este último, son los elementos que podría decirse que definen estos textos.

Hacía ocho años que no publicaba nada pero eso no quiere decir que haya tardado ocho años en escribir este libro. He andado centrada en otras cuestiones vitales, pero una escribe hasta mientras duerme.

 

2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?

A tenor de los libros publicados tendría que decir -y lo digo- que, como escritora, me siento muy cómoda en el relato. Es un espacio versátil, flexible, que me permite poner el foco en un punto, en un detalle, como si lo iluminara con una linterna, para contar una historia. Me fascina ese poder de sugerencia, de lo no evidente. También como lectora. El relato surge muchas veces de la observación, de un instante, y sobre ahí se construye, un poco sobre la marcha, sin grandes guiones ni complicados mapas.

No quiere decir ello que no valore la novela. En realidad, tal vez haya mucho corsé en esto de los géneros y por eso también me gusten muchos los híbridos.

 

3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?

Nunca se hace lo suficiente para cuestionar algo que tiene que cambiar. El canon literario ha estado copado por los hombres, con esa visión de la historia de la literatura que ha ninguneado a las autoras, a esas mujeres creadoras que se han movido siempre por los márgenes. Sigue habiendo mujeres que tienen dificultades para escribir y mujeres que, escribiendo, han sido ninguneadas de las listas de “libros que hay que leer”. Pero sí considero que se está avanzando. Iniciativas como la creación de AMEIS, con sus actividades, abogan por agitar y poner en solfa ese canon.

 

4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras? 

Seré injusta citando unos nombres y dejando de lado otros. No soy muy original. Me considero deudora de la cuentística norteamericana, con su atención por lo doméstico, por lo realista. Soy más de Cheever que de Carver, más de Grace Paley que de Alice Munro. Y siempre vuelvo a Chejov. En castellano, me crie con Carmen Martín Gaite, pero si de alguna producción en cuento he bebido es de los cuentos de Gonzalo Calcedo y los de Cristina Cerrada, con su enfoque en lo sustancial. Y sin embargo, en el otro extremo, también crecí -creo- como escritora leyendo a Javier Marías. Y admiro la imaginación de Cristina Fernández Cubas y la ho

nestidad de Rosa Montero. Y la manera de contar de Lorrie Moore, Eider Rodríguez, Margarita Leoz, entre otras.

 

5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?

Espero poder escribir los libros que tengo en mente. De los ya escritos por otros, ojalá fuera capaz de crear algo parecido a Todas las almas o Corazón tan blanco, de Javier Marías, o Las inglesas, de Gonzalo Calcedo, o Diario del hombre pálido, de Juan Gracia Armendáriz, o cualquier cuento de la Gaite o de Cristina Fernández Cubas. O El chal, de Cyntia Ozick. Hay tantos…

 

6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?

No entiendo a algunos escritores que se jactan de no leer. La pulsión de escribir nace del gusto por la lectura, por la creación de historias. Una empieza a escribir imitando sus lecturas. No tengo ningún problema en leer mientras estoy en un proceso de escritura y creo que puedo estar más tiempo sin escribir que sin leer. Y es un tópico, sí, pero es cierto que para escribir (bien) hay que haber leído mucho.

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?

Todos los libros que he leído estas últimas semanas son muy recomendables: Peces abisales, de Rosa Ribas; La última frase, de Camila Cañeque; Un lugar mejor, de Pedro Ugarte; Mapas de asfalto, de Carmen Peire; El archivo de los sentimientos, de Peter Stamm; Lo que permanece, de Margarita Leoz. Y los últimos poemarios de Raúl Velasco y Ernesto Frattarola.

 

8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?

Tenemos que reivindicarnos, apoyarnos en asociaciones como AMEIS. Crear agrupaciones, plataformas, que tiendan puentes con instituciones, universidades, etc., para poder tener mayor presencia en eventos, congresos, ferias, etc.

Desde el punto de vista personal, creo que no debemos parar de escribir, no rendirnos, y, también, crear redes de complicidad entre nosotras, ayudarnos y promocionarnos mutuamente.

 

9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?

Como he dicho, no tengo ningún problema en leer mientras estoy en un proceso de escritura. Soy capaz de disociar la escritora de la lectora. Y seguro que he leído mucho durante estos años, pero han pasado tantos que no sabría acotar el qué. No llevo un registro de lecturas. Seguramente libros de cuentos, pero también novelas y ensayos.

 

10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.

He tardado mucho tiempo en tener, literalmente, una habitación para escribir y ahora que la tengo es donde menos escribo. Es una estancia amplia, luminosa y llena de libros, donde da gusto sentarse a escribir, y sin embargo, paso mucho tiempo de habitación en habitación con el ordenador portátil a cuestas, o bien con alguna libreta (un objeto que me gusta muchísimo), esbozando historias en las cafeterías. Soy de esas escritoras a las que les inspira aislarse con un café con leche. (aunque parezca una paradoja eso de aislarse en un sitio público). Al final, creo que la habitación propia la llevamos encima, la tenemos dentro, porque, al fin y al cabo, la mayor parte de la creación literaria se escribe, se gesta, primero en la cabeza.

 

 

 

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