Parir el alba1.- Háblanos de tu último/s libros. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Los dos últimos libros, ambos ediciones críticas que he llevado a cabo como estudiosa de la literatura, concretamente de América Latina y la región del Cono Sur y especialista también en estudios de género, son: la antología, con ensayo preliminar sobre la poética de Gioconda Belli, titulada Parir el alba (Ediciones Universidad de Salamanca, 2024) y el estudio teórico y traducción del italiano de Questo povero corpo de Giuliana Tedeschi (León: Eolas, 2024).

A Belli la había leído como narradora y poeta a finales de los 90, la había estudiado en las extraordinarias clases de la profesora Noguerol en Filología Hispánica en Salamanca. El libro, realizado con motivo de su obtención del XXXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, supuso un aprendizaje intensivo y en tiempo récord, pues hube de documentarme exhaustivamente sobre la Revolución Sandinista de junio a agosto de 2023. También fue el inicio de una preciosa amistad, de una valiosa complicidad intelectual y humana con una creadora que sabe escuchar y no solo es dueña de una inteligencia que desarma, sino de una intuición y sentido del humor infrecuentes. Su mirada feminista es enriquecedoramente heterogénea y se nutre tanto del feminismo anglosajón de la igualdad como del acervo del feminismo cultural francés o del ecofeminismo latinoamericano, asiático, africano…Es realmente notable su agencia política y no solo estética y cómo sigue conjugando ambas facetas, tal vez con cierto desencanto político, pero sin amargura siempre, con vitalidad y esperanza, con dignidad y alegría..

La traducción del italiano del testimonio de campo de exterminio nazi comenzó como un encargo y fue una tarea ardua debido a que la acometí durante el confinamiento de la pandemia del COVID al tiempo que cuidaba a mi hija Nora, a mi hijo Martín, y con la imprescindible ayuda de mi madre, por supuesto. El tema de la violencia de masas y el encierro era delicado para ser explorado en esos meses, tan duros, de 2020 en el que todos estábamos enclaustrados, pero al mismo tiempo me hizo poder empatizar y adoptar la perspectiva de la autora, situarme en su subjetividad herida, frustada, doliente. De alguna manera, la sororidad y las redes de afecto o cuidado de la experiencia y la vida se infiltran en el trabajo, si nos fijamos. Tedeschi tuvo que de dejar, intempestivamente, sus dos niñas a una desconocida y confiar en que las atendiera y sobrevivieran mientras ella pasó un año y medio en Auwchwitz y Birkenau. Hemos leído muchos testimonios masculinos, especialmente de la Segunda Guerra Mundial (Primo Levi, Jorge Semprún, Antelme, etc…). De las dictaduras del Cono Sur (Argentina y Chile especialmente) sí circulan los textos de supervivientes femeninas como Nora Strejilevich o Pilar Calveiro. No es el caso de la Segunda Guerra Mundial y queda, por ejemplo, el texto de Alba Valech por visibilizar etc… Me interesó de Tedeschi en qué medida era diferente la experiencia de una mujer en Auschwitz: su encierro, los ciclos vitales, la maternidad y su vivencia, la corporalidad, la menstruación, la competitividad entre mujeres en un universo patriarcal y misógino, la alianza de las víctimas también, lo siniestro de las cómplices y perpetradoras femeninas…

Héctor Escobar, el entusiasta editor de Eolas, apoyó el proyecto y gracias a su impulsó se publicó en León. El genocidio de los judíos tiene un claro paralelismo con el genocidio palestino en la actualidad. Pensar en cómo la humanidad pudo llegar a esos grados extremos de violencia me hace tratar de tener una mirada crítica y despierta, reflexionar sobre la infame repetición de la historia, la catástrofe del futuro a la que se referían Walter Benjamin y Hannah Arendt. Éticamente me parece inadmisible el olvido del pueblo de Gaza, mujeres y niños incluidos.

2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?

Como investigadora y profesora, como crítica literaria, me identifico con el ensayo cultural: sobre literatura, arte, filosofía, antropología, ética o ciencia política. Admiro enormemente a las especialistas que son capaces de articular un discurso teórico inteligente y al mismo tiempo preservar el componente y un lenguaje estético o creativo. Pienso, por ejemplo, en Hélène Cixous y La risa de la medusa, uno de los ensayos que más me ha marcado, además de La escalera de la escritura, en colaboración con Derrida. Críticas como Sylvia Molloy, Beatriz Sarlo, Marta Traba, Josefina Ludmer… También filosófas como Hannah Arendt, María Zambrano, Simone Weil, etc…Las genias de Virginia Woolf o Julia Kristeva. En la España contemporánea me interesan Remedios Zafra o Marina Garcés.

Como lectora la poesía es mi género. Su capacidad evocadora y de construcción de imaginarios a partir de la articulación de un lenguaje propio, genuino, inconfundible, me parece excepcional. Soy también voraz lectora de narrativa, en la que mención especial merece el cuento: Felisberto Hernández, Borges, Silvina Ocampo, Elena Poniatowska, Rosario Ferré son algunos de los ya clásicos escritores de relato panhispánicos que admiro. Mariana Enríquez, Fernana Trías, Eloy Tizón, José Ovejero, María Fernanda Ampuero entre los más contemporáneos.

Foto CVN Bruña en el Instituto Cervantes

3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?

Mucho más que hace décadas en todo caso. Siempre cuento la anécdota de que en el último año de Filología Hispánica me percaté de que solo habíamos leído a cuatro o cinco autoras, y eso con suerte: Teresa de Jesús (muy recomendable, por cierto, es el ensayo de Julia Kristeva sobre ella titulado Thérèse, mon amour), Sor Juana Inés de la Cruz, y tal vez Clorinda Matto de Turner, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Emilia Pardo Bazán o Rosalía de Castro. Por eso, tuve una suerte de revelación, de epifanía o deslumbramiento al escuchar nombrar a Mistral, Pizarnik en el temario o programa (se invitaba a leerlas pero no eran obligatorias) y tomé una decisión: escribir mi tesis doctoral sobre una o varias escritoras. Comencé trabajando la filiación modernista de Delmira Agustini y Alfonsina Storni y finalmente me quedé con la primera para vincularla con el simbolismo francés, pero también con autoras coétaneas como Rachilde, Renée Vivien o Anna de Noailles.

Desde el año 2004, en que me doctoré, todas las asignaturas que he impartido, tanto de narrativa, como de poesía, cuento o ensayo de América Latina, han tenido siempre un canon mixto con un 50 por ciento, si no más, de lecturas de escritoras. Creo que esta discriminación positiva empuja el avance, el progreso de las mentalidades y de la sensibilidad social, ayuda a equilibrar la balanza de género. Sin ese plus llevaría muchos más siglos conseguir una igualdad de facto, real y un canon que solo tenga en cuenta el talento, la capacidad y no el género de quien escribe (como sostiene Woolf en la idea del “escritor andrógino”).

4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?

Rumi, Las mil y una noches, Calila e Dimna, Chrétien de Troyes y los fabliaux, toda la literatura medieval francesa con su materia de Bretaña, el teatro de Lope y María de Zayas, las Novelas ejemplares de Cervantes, El siglo XIX francés y ruso me fascinan (Tolstoi, Dovtoievski, Flaubert, Chateaubriand, Balzac), la poesía de Ajmátova y Tsvetayeva, Osip Mandelstam. Los relatos de Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Borges, Silvina Ocampo. La poesía de Pizarnik y sus últimas y estrambóticas prosas del final, Blanca Varela, Carmen Berenguer, Carmen Ollé, Diamela Eltit, Nona Fernández, etc…

Cito a algunas de las autoras que más huella me han dejado: Sor Juana Inés de la Cruz, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, Colette, George Sand, las hermanas Brontë, Jane Austen, Carson McCullers, Virginia Woolf, Marina Tsvetayeva, Anna Ajmátova, Djuna Barnes, Carmen Martín Gaite, Adelaida García Morales, Belén Gopegui, Marguerite Duras, Hélène Cixous, Annie Ernaux, Rachel Carson, Vandana Shiva, Silvina Ocampo, Constancia de la Mora, Luisa Carnés, María Zambrano, Hannah Arendt… Y, por supuesto, mis geniales uruguayas: Delmira Agustini, Ida Vitale, Idea Vilariño, Amanda Berenguer, Circe Maia, Marosa di Giorgio, etc…

5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?

Antes de nada: La declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana de Olympe de Gouges o La vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft, Madame Bovary de Flaubert o cualquiera de la Comedia Humana de Balzac…Ah, Los miserables de Víctor Hugo, por supuesto. Orlando de Virginia Woolf, Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt…

6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?

Son haz y envés de la misma hoja. No respiran la una sin la otra y se necesitan. Sin haber leído no se puede escribir bien. Hoy día, compruebo que los talleres de escritura tienen un altísima demanda y no tanto los clubs de lectura. En la era narcisista y de sobreexposición egotista actual todo el mundo quiere escribir, ser escritor más bien, pero nadie lector. Aconsejo siempre a los jóvenes, a mis alumnos, que lean muchísimo…Me considero antes que nada una lectora atenta, solitaria, silenciosa, hedonista…

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?

Una novela lírica asombrosa sobre maternidad y guerrilla montonera en Argentina titulada La espesura del cielo de Viviana Paletta. Tiene el pulso poético y la sensibildad de la autora, pero construye también un artefacto verosímil interesante, una atmósfera opresiva en plena selva, un mundo singular desde una enunciación femenina frágil y fuerte a un tiempo, desde la memoria y el mundo interior.

8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?

Es fundamental que haya un contacto estrecho y directo entre el dominio académico, el editorial y el de la escritura, teniendo en cuenta también al gremio de los libreros, los traductores…Considero que la formación de los profesores es crucial y que esa formación tenga una perspectiva de género. Tanto en la escuela como en la educación secundaria y la universidad se está consiguiendo esa visibilidad de la autoras, inventoras, artistas, pero todavía queda mucho por hacer.

9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?

Siempre leo varias cosas simultáneamente. Leía a la vez la novela del escritor chileno Enrique Winter, que, por cierto, ha conseguido el Premio Anna Seghers en Alemania y se titula Sobre nosotros callaremos, releía El bosque de la noche de Djuna Barnes, el poemario de Juan Herrero Diéguez titulado Cartografía de nadie, que ha ganado el Adonáis este año, y La llamada de Leila Guerriero. Ah, y la poesía de la peruana María Emilia Cornejo que está en el corpus de una tesis doctoral que dirijo.

10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.

La condición itinerante de hoy día hace que mi “habitación propia” vaya conmigo. Cualquier lugar donde pueda imaginar, pensar, concentrarme…Necesito silencio, el sonido del mar o de las ramas de un bosque y, en su defecto, la música de Hildegart von Bingen, de Josquin Desprez, de Palestrina, de Piazzola…Me encanta leer y escribir al atardecer en la casa de mis abuelos en Peleas de Abajo, un pequeño pueblo de Zamora. También en el jardín de la casa de Morille de mi compañero, al sol… Me gusta leer en los trenes, más que e los aviones. También en los cafés. Cuando vivía en París solía leer y escribir en el Canal de Saint-Martin y también en el jardín secreto del Couvent des Récollets…Y para escribir me gusta madrugar. A las seis o siete de la mañana es cuando más lúcida me encuentro. Y disfruto si leo o escribo con mi compañero cerca e intercambiamos ideas, sugerencias, opiniones. También saber que Nora, mi hija, o Martín, mi hijo, andan zancasdileano, interrumpiendo y saberlos ahí…Hasta hace tres años, leer bajo la mirada observadora y sagaz de mi abuela Amelia, quien quiso estudiar matemáticas y nunca lo logró, era uno de mis mayores placeres…

 

 

 

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