1.- Háblanos de tu último/s libros. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?
Mi último libro se llama Mujeres publicado por la editorial Con M de Mujer. Escribir Mujeres ha sido un viaje intenso, casi una conversación conmigo misma y con todas las mujeres que me habitan o me han tocado la vida. Me ha obligado a mirar de frente lo que a veces preferimos esquivar: las cicatrices, los miedos, las decisiones que cambian un destino. Pero también me ha regalado encuentros, fuerza y una certeza: que nuestras historias merecen ser contadas con todas sus luces y sombras. Ha sido, en parte, un acto de memoria, en parte, un acto de justicia y, sobre todo, un acto de amor por la palabra.
Sigue la estela de Hombres, ganador del Concurso de Relatos José Luis Cano. En ambos, lo cotidiano se mezcla con lo extraordinario: realismo mágico, destellos de terror, guiños a la fantasía. Antes publiqué Bitácora de un viaje a Tánger sin retorno, once años de poemas y zéjeles escritos en Marruecos; Dos puntos suspensivos, una selección de mis artículos radiofónicos; un poemario breve, Amor; y mi primer libro, El mar de mis recuerdos. Cada título ha sido un espejo distinto, pero todos me recuerdan por qué escribo: para que las palabras, como el mar, nunca se queden quietas.
2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?
Me identifico especialmente con la novela negra, ese territorio donde las sombras revelan y en cada página late la intriga. Me atrae su capacidad para desnudar la condición humana, explorar la moral en sus zonas grises y dejar que el lector juegue a detective. También me seduce el género fantástico y la ciencia ficción, porque ambos me invitan a imaginar mundos nuevos —reales o posibles— y a cuestionar lo que creemos conocer. Y, por supuesto, siento una gran afinidad con el relato corto, esa joya concentrada donde cada palabra cuenta, como un disparo certero o una revelación inesperada.
3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?
No, no se cuestiona lo suficiente. El canon literario actual sigue siendo un club privado donde entran siempre los mismos, con un portero que decide quién merece figurar y quién no, quién es vendible o no. A pesar de los avances, muchas voces —sobre todo las de mujeres, minorías y autores fuera de los centros de poder cultural— siguen quedando en la periferia. El canon debería ser un organismo vivo, abierto a la diversidad de experiencias y miradas, pero todavía arrastra una visión jerárquica y masculina. Aunque hemos adelantado mucho con respecto a años o d´cadas anteriores, aún queda mucho por hacer. Mientras no dejemos de reverenciarlo como si fuera una verdad sagrada, estaremos repitiendo las mismas lecturas, los mismos nombres y las mismas omisiones.
4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?
Mis referencias literarias son variadas y viajan por muchos géneros. Admiro a Arthur C. Clarke, autor de 2001: Odisea del espacio, por su capacidad para mirar al futuro con preguntas profundas; a Michael Ende, creador de Momo, por su sensibilidad y su manera de detener el tiempo con las palabras; y a Louisa May Alcott, con Mujercitas, por la ternura y la fuerza de sus personajes. Disfruto de la tensión y la oscuridad de los grandes autores nórdicos de novela negra, capaces de convertir el frío y la niebla en personajes. Entre mis escritoras de cabecera está Carmen Laforet, cuya Nada me marcó por su mirada lúcida y valiente; Margaret Atwood, autora de La criada, por su forma inteligente de tejer misterio y humanidad; y me inspiro también en autoras feministas actuales como Zoé Valdés, cubana de voz torrencial, que entre memoria exiliada y geometrías del deseo escribe con ello ciudades heridas donde el amor y la rebeldía se funden y Gioconda Belli, poeta y novelista nicaragüense cuyas palabras hacen del cuerpo femenino sitio de revolución y del acto de escribir una resistencia viva. Exiliada en España desde 2021, su mirada sigue siendo un espejo ardiente de feminidad, deseo y política
5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?
Más que soñar con libros que me hubiese gustado escribir, estoy centrada en los que ya estoy escribiendo. Ahora mismo tengo dos novelas en marcha —una más avanzada que la otra— en las que las protagonistas caminan al filo de la vida: mujeres trans, prostitutas, crímenes, y un profundo trabajo psicológico sobre personajes atrapados en mundos actuales tan oscuros como reales. No puedo revelar mucho más para no arruinar las sorpresas.
De los libros que he leído, quizá me hubiera gustado firmar el anónimo Lazarillo de Tormes, esa obra picaresca del Siglo XVI que, con ironía y mirada aguda, retrata la sociedad de su tiempo y sigue viva en la nuestra.
6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?
Para mí, la escritura no puede sobrevivir sin la lectura: es su raíz, su alimento y su memoria. Cada libro leído abre puertas, amplía el lenguaje, afina el oído y enciende la imaginación. Un escritor que no lee es como un músico que nunca escucha música: le faltan matices, referencias y profundidad.
La lectura, en cambio, sí puede sobrevivir sin la escritura, porque siempre habrá palabras escritas por otros que nos acompañen. Pero escribir sin leer es escribir a ciegas, sin herencia ni diálogo con quienes vinieron antes. Leer es entrar en conversación con siglos de pensamiento y emoción; escribir, responder a esa conversación con nuestra voz propia.

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?
El penúltimo libro que he leído es Campo de Agramante, de José Manuel Caballero Bonald. Andalucía siempre, sus escritores siempre. Bonald, con su prosa torrencial y barroca, convierte la memoria y la tierra andauza en un mapa vivo donde cada palabra tiene textura y música.
De Eduardo Mendicutti, uno de los grandes Narraluces, recomiendo Cien noches, una novela luminosa y valiente que, como gran parte de su obra, pone en el centro temas como la transexualidad y la homosexualidad, cuando pocos se atrevían a hacerlo. Los Narraluces fueron un grupo de escritores andaluces que, en los años ochenta y noventa, renovaron la narrativa española aportando un lenguaje vivo, mestizo, cargado de identidad y sin miedo a romper tabúes.
Ahora mismo estoy leyendo El mirador de los perezosos, del malagueño Sergio Barce, un libro de relatos que nos sumerge en la vida de Tánger, descubriendo sus misterios y sus gentes. Cada historia es como una ventana abierta a una ciudad mestiza, donde se mezclan culturas, secretos y miradas que se cruzan sin ruido, pero dejan huella. Premio Andalucía de la Crítica 2023 y además, amigo mío.
8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?
Creo que las escritoras podemos ganar visibilidad si, además de escribir, salimos del libro y llevamos nuestra voz a los espacios donde se forman las miradas y los criterios.
En mi caso, lo hago desde muchos frentes: como tutora de talleres de escritura, acompaño a mis alumnos a descubrir y valorar la literatura escrita por mujeres, dándoles herramientas para reconocer su valor y su originalidad. Como organizadora de los Almuerzos Literarios, creo espacios donde autoras y autores comparten mesa y palabra con lectores, acercando la literatura a un formato cálido, directo y participativo. Como terapeuta de escritura de diario, utilizo la palabra como herramienta de autoconocimiento y sanación, algo que conecta profundamente con la experiencia femenina y la voz propia.
Además, en mi papel de organizadora de eventos culturales, he llevado escritores y escritoras a colegios, acercando la creación literaria a las nuevas generaciones y demostrando que la literatura está viva, que es cercana y que tiene muchas voces, no solo las que tradicionalmente han ocupado el canon. Y como organizadora del recital Voces Silenciadas, por la igualdad de los derechos humanos en las mujeres, he creado un espacio de poesía y compromiso donde la palabra se convierte en acto de justicia y memoria.
Estoy convencida de que la visibilidad no se espera: se construye con presencia, con proyectos, con persistencia y con redes que nos sostengan.
9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?
Ya he comentado que ahora mismo estoy leyendo El mirador de los perezosos, de Sergio Barce, un libro de relatos ambientado en Tánger que revela sus misterios y sus gentes. Pero siempre, en paralelo, leo relatos de los mejores cuentistas y narradores de todos los tiempos: desde Anton Chéjov, Edgar Allan Poe, Alice Munro y Julio Cortázar, hasta Raymond Carver o Isabel Allende.
Para mí, el género del relato es el más difícil: exige precisión, intensidad y un dominio absoluto del ritmo. Es un territorio donde cada palabra cuenta, donde no hay espacio para lo superfluo. Por eso creo que hay que estar siempre al día y aprendiendo, porque de los relatos, muchas veces, surgen las grandes novelas.
10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.
En mi casa tengo una habitación propia, un pequeño territorio conquistado para la escritura. Las paredes están llenas de libros, ordenados sin un orden real, más por afectos que por géneros o autores; algunos se apilan en torres inestables, y los que no caben han invadido el resto de la casa, incluso mi dormitorio. Allí están mi mesa de trabajo y mi ordenador: el centro de operaciones donde escribo y donde imparto mis clases online.
La lectura, sin embargo, la reservo para el salón, bajo la luz concentrada de un flexo, en una esquina resguardada del mundo. En ambos lugares busco lo mismo: silencio. Lo necesito tanto para escribir como para leer, porque el silencio es el telón de fondo donde las palabras pueden desplegarse sin distracciones, como si el tiempo se detuviera para escucharme.



















