Vidas Prestadas

1.- Háblanos de tu último/s libros. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Mi último libro publicado ha sido Vidas prestadas, ganador del I Premio Ángeles Martín de Novela Corta, ¡aunque esta no ha sido la única buena noticia del año! Otra de mis novelas, El llanto de los pájaros, ha ganado el XXIX Certamen Literario Rafael de Cózar en la modalidad de novela, pero esta no saldrá publicada hasta octubre.

Vidas prestadas supuso una especie de catarsis, de sacar fuera y poner negro sobre blanco una serie de sentimientos y emociones que llevaba adentro desde la niñez, y que, para poder contarlas, he tenido antes que cicatrizarlas e incorporarlas al bagaje de lo vivido. Aunque quiero recordar que Vidas prestadas es una historia de ficción, un vehículo nacido de mi imaginación para que sirviera como marco para poder reflejar, a través de esta historia dura, unas emociones que pueden presentarse en contextos muy diferentes.

No voy a decir que se escribiese sola, pero sí que no me llevó más de tres o cuatro meses, quizá porque la base de la historia estaba ya escrita desde hacía años en un relato largo del mismo nombre que nunca llegué a publicar.

 

2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas?
¿Por qué?

Para empezar, me gustan todos y he disfrutado con todos en distintos momentos de mi vida, pero, sin duda, gana la narrativa por goleada, aunque sólo sea por constancia. Como le leí a Nuria Sierra, y me gustó mucho la frase, yo también me definiría como lectora profesional, y he sido lectora desde mucho antes que escritora. Desde los cuatro años, no me concibo sin un libro entre las manos y, desde luego, lo que más he leído ha sido novela. Dentro de la narrativa, me gusta mucho también el cuento, aunque, en España, no parezca ser muy apreciado por las editoriales.

¿La razón? No conozco una manera mejor de pasar el tiempo que leyendo. A través de la lectura, he viajado, he conocido mundos y personas que han pasado a ser míos, tan reales como si los tratase a diario. Me he emocionado, he llorado, he reído, y he aprendido muchísimo. Como dice Germán, el protagonista de mi novela, las de los libros también son vidas prestadas, y ello en dos sentidos: en que no pertenecen a los personajes que los viven, sino al autor que mueve los hilos, y también porque son tan generosos que, durante las horas que dura la lectura, te prestan su vida para que tú te sumerjas en ella y la vivas a través de ellos.

Así que, retomando la pregunta, cuando empecé a escribir, me lancé por el cuento, el relato corto, y de ahí pasé a la novela. También he escrito teatro. Con lo que nunca me he atrevido ha sido con la poesía ni con el microrrelato, géneros que también admiro, pero que no me llaman como escritora.

 

3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?

A mí es que los cánones y lo reglado me dan un poco de urticaria, en general. Yo creo en el canon personal, aquel que decide cada uno. Con tus lecturas, tu formación y tu experiencia, adquieres un criterio propio y, en base a ese criterio y a tu libertad de decisión, tú te construyes tu canon.

Seguramente, hay obras que para mí son imprescindibles y que dejarían fría a otra persona, y viceversa. Aceptar un canon es darle a la persona que lo establece la facultad de decidir por ti, y yo prefiero hacerlo por mí misma.

 

4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?

Pues enormemente variopintas. La literatura sureña norteamericana, lo que se ha dado en llamar el gótico sureño, en particular Faulkner, Carson McCullers, Harper Lee o Fannie Flagg. Me fascina esa creación de un espacio y un ambiente propio, perfectamente reconocible. También el realismo sucio de Raymond Carver y la hilarante narrativa de John Kennedy O’Toole. O remontándonos más en el tiempo, sin salir de los Estados Unidos, Henry James y Edith Wharton.

En Europa, la fineza psicológica y la elegancia de estilo de autores ingleses como Jane Austen o Robert Graves. Rudyard Kipling ha sido también para mí un imprescindible.

En Iberoamérica, muchos: García Márquez, Bryce Echenique, Juan Rulfo, Cortázar, Jorge Amado o Piedad Bonnett. En la narrativa española actual, me gusta mucho la manera de narrar de Sara Mesa.

Y un sinfín de otros autores, pero, si sigo, no acabaré nunca.

 

5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?

Me resulta muy difícil quedarme con uno, hay tantos… Cien años de soledad me parece una obra magnífica, una mitología redonda en su concepción, llena de referencias, con un uso arbitrario del espacio y el tiempo, de manera que lo inverosímil se convierte en algo tan real como lo cotidiano. Con la creación además de un espacio geográfico propio, como Faulkner con el condado de Yoknapatawpha o Tolkien con la Tierra Media, que es un elemento que me interesa mucho y que yo también, modestamente, intento hacer en mis novelas. Me gusta que los espacios tengan vida propia, que operen como un reflejo de los personajes que los habitan, que transmitan ambiente y carácter.

 

6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?

Pues creo que ya lo he contestado en una pregunta anterior. Me parece muy difícil que uno pueda llegar a convertirse en escritor sin haber leído mucho antes. Además, ambas acciones no son independientes, sino complementarias. El acto de comunicación que supone contar una historia lo inicia el escritor en su teclado (o en las hojas de su cuaderno), pero no se perfecciona y completa hasta que el lector hace suya esa historia.

 

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?

Os voy a recomendar La solitaria pasión de Judith Hearne, de Brian Moore, por la ternura con que narra la vulnerabilidad y el descenso a los infiernos de la protagonista.

Y otro libro escrito por una mujer: Qué hacer con estos pedazos, de Piedad Bonnett, por la concisión y precisión con que narra el desencanto de la madurez y de los afectos. La novela me gustó mucho, aunque el final me pareció forzado.

 

Isabel Álvarez

 

8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?

Fundamentalmente, escribir. Y tener mucha paciencia: no darnos por vencidas, aunque las editoriales rechacen los manuscritos, o aunque nos resulte muy complicado encontrar el hueco de tiempo diario para sentarnos a escribir. Perseverar. Y también creo que viene bien ejercer la sororidad: arroparnos las unas a las otras, que hace mucho frío fuera.

 

9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?

Prefiero centrarme en lo que estoy escribiendo, para que ninguna influencia externa me rompa la voz narrativa, que me parece que es una de las cosas más difíciles de encontrar cuando abordas la escritura de una historia. Sin embargo, una vez que encuentro el tono, todo fluye de manera natural, así que opto por no no arriesgarme a que otras voces me rompan la mía, sino mimarla y preservarla como algo delicado hasta que termino la escritura de la historia.

 

10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.

No soy muy exigente en cuanto al espacio. Lo que sí necesito es estar sola y que no haya nada ni nadie alrededor que me distraiga. Estando sola, soy capaz de escribir en cualquier parte. Disfruto especialmente de escribir sentada bajo el porche de mi casa, tanto me da que el día esté soleado como que llueva. Lo que no soporto es que haga frío. Y necesito fumar mientras escribo, cosa que no deja de ser un problema, porque debería dejarlo.