1.- Háblanos de tu libro. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?
Cuando por fin acabé con la quimio, acaricié al menos dos deseos: publicar un libro de relatos con los cuentos que llevaba tiempo rumiando y hacer un curso de submarinismo. Estoy a punto de conseguir el segundo deseo, pero nunca imaginé que publicar «Como nosotros» me recolocaría como profesora, como escritora, como mujer negra. Me ha dado un lugar de enunciación. La escritura conecta lo específico y subjetivo del personaje con lo humano universal, por lo tanto, si cambia el sujeto de enunciación (ya ocurre al haber cada vez más mujeres escritoras), también cambia la narrativa (el trasfondo, la mirada, el estilo). Los estereotipos solo cuentan una parte, y las mujeres negras y racializadas no solo son limpiadoras, no solo prostitutas o migrantes… También son creativas, artistas, intelectuales. Y sentir y habitar esa posición tiene algo de construcción y de conquista.
Además, me ha gustado practicar mi método. Primero vomito lo que sale. Después trabajo la trama, el estilo, los recursos narrativos, la atmósfera… Y en el repaso final, atornillo el tema de cada relato, la palabra clave, la historia subterránea. Me ha gustado preguntarme sobre la edad, la raza, el género. Y me he dado cuenta que la voz con la que más cómoda me siento es la primera persona.
El primer cuento es de 2003 y el último, de 2021. Con el que da título al libro tardé mucho en encontrar la voz y la trama: las primeras palabras las escribí en 2010, cuando visité Guinea Ecuatorial por primera vez, y en 2021 acabé la primera versión definitiva (hubo muchas definitivas).
2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?
El relato breve. Me parece que un libro de relatos es fantástico para reflejar un montón de universos en uno solo. Me gusta la idea de un tren común que une todas esas historias. Me permite jugar con estilos, extensiones, temas, tipos de finales. Me da más versatilidad y me permite no solo dar forma a mi voz, sino encontrar o descubrir otras que ni sabía que tenía.
Además, los personajes sobre los que escribo lo pasan bastante mal, pero me gusta mostrar que, por más variadas que sean sus circunstancias, siempre hay una luz al fondo, a veces más accesible que otras. Los relatos me permiten hablar desde muchos lugares: la masculinidad, las mujeres, el erotismo, lo fantástico, lo poético, el humor, la edad, los tratamientos médicos… Dentro de lo difícil que es, me siento un poco más libre escribiendo relato breve.
3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?
Cuestionar un canon es tan difícil como desmontar un estereotipo. Todas las personas los tenemos. Un buen punto de partida es buscar los márgenes. Tomemos, por ejemplo, la raza, que puede ser invisible para ti, y supongamos que te pido que me mires y me digas qué ves. Puede que respondas: una mujer. Pero si me preguntas de dónde soy cuando ves mi color de piel, entonces yo te responderé: no ves una mujer, ves una mujer negra.
Yo creo que merece la pena revisar de vez en cuando una lista con los tipos de discriminación, bucear en los márgenes y observar los cuerpos, nuestros cuerpos, que también hablan; preguntar a las personas qué les duele, qué quieren, cómo sienten (cómo sentimos) la movilidad reducida, la edad, el género, la expresión y la orientación sexuales, la raza, la clase, la enfermedad física o mental, la talla, la belleza, los abusos o cualquier tipo de violencia que han sufrido o sufren… Y también merece la pena escuchar, porque hay asuntos de los que solo se sabe preguntando.
Cuestionar el canon es también seguir a Shirley Chisholm: si no te ofrecen un asiento a la mesa, trae una silla plegable. También creo que es más fácil cuestionarlo si compartimos la mirada en foros, debates, clubes de lectura, asociaciones.
De todos modos, no es solo que no se cuestione lo suficiente (que también), es que a quienes lo cuestionan se les oye, pero no se les escucha.
4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?
Mis padres son Henry Miller y Anaïs Nin. Mis abuelos, María de Zayas y Flaubert. Mis amigos, Ana María Matute y Francisco Umbral. Después, vinieron descubrimientos y elecciones personales, sobre todo de escritoras negras: Al otro lado de la montaña, de Mina Salami, es otra forma de mirar el mundo; Bailey’s café, de Gloria Naylor, es de una belleza irreverente, natural, rota, y Ojos azules de Toni Morrison, una belleza convulsa; ¿Krick?, ¡Krack! de Eduwige Dandicat es, además de relatos, son una manera fresquísima y profunda de contagio emocional. También he elegido otras referentes que no son afro. Un mundo deslumbrante de Siri Husvedt es un debate inteligentísimo sobre cómo percibimos y consumimos el arte según la clase, el género o la raza de quien lo produce. Stoy ansiosa por seguir descubriendo más.
5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?
Ojos azules, sin ninguna duda. Y antes de él, Delta de Venus. Me encantan Toni Morrison y Anaïs Nin son dos de las más grandes. También Algún amor que no mate, de Dulce Chacón y un montón de pasajes de Bailay’s café, de Gloria Naylor y la mirada áspera de Agota Kristof en El gran cuaderno.
6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?
Son indisolubles. Nos pasamos la vida leyéndonos y narrando cuanto nos ocurre o nos preocupa. Y la lectura es el alimento de la escritura. Toda persona que lee puede escribir. Toda persona que lee, en cierto modo, escribe la historia a medida que avanzan las páginas, rellena los huecos, une la línea de puntos para descubrir el dibujo. Si alguien que quiere dedicarse a escribir me dice que no le gusta leer, no me creería a esa persona como artista.
7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?
Al otro lado de la montaña, de Mina Salami. En las primeras páginas de este ensayo cuenta una breve historia. Una ciudad envía a un explorador a la montaña y cuando este vuelve dice que se ha encontrado con una ladera yerma, estéril. Años después, la ciudad envía a una exploradora y cuando vuelve cuenta que la montaña es un vergel. La ciudad se pregunta qué pasa, quién miente, a quién creer. Pues bien, según Mina Salami los dos dicen la verdad, solo que cada uno lo ve desde su punto de vista. Esa es la reflexión que propone como punto de arranque del libro.
La otra recomendación es una novela, Bailey’s café, de Gloria Naylor. Está compuesta por voces en primera persona, a veces en tercera, que cuentan las vidas conectadas por ese café, unas vidas casi siempre al borde del precipicio.
8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?
En mis talleres suelo proponer textos de ejemplo en relación a un tema y a una propuesta de trabajo. Y desde ahí, trato que además de autores haya también autoras.
Transitar los márgenes, como decía más arriba. Pero no solo cuentan los libros, también los cómics, el cine, el teatro, las performances… Curiosear, investigar, rescatar, descubrir y compartir en talleres de escritura, coloquios, cine fórum, clubes de lectura, librerías, bibliotecas, universidades…
También se puede trabajar mucho y bien nuestra parte creativa y nuestra producción artística, para contribuir a que las referencias que queden sean de calidad.
9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?
El primer relato es de 2003 y el último de 2021, así que he leído de todo. Pero por recoger algunos, sobre todo de los últimos años… Para pensar en el trasfondo de mis relatos, tres ensayos: Happycracia, de Eva Illouz Edgar Cabanas, Metáforas que nos piensan, de Emmánuel Lizcano y Campo de Batalla, del colectivo Ma collere. Y de narrativa, me quedaré con cuatro, para no alargar demasiado la lista: Ojos azules de Toni Morrison, Molloy de Samuel Beckett, Los peces no cierran los ojos de Erri de Luca, Erotika de Patricia de Souza y Delta de Venus de Anaïs Nin.
10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.
Lo primero que necesito es una habitación mental. Me la tengo que crear como una suerte de disposición, de preparación. Esa preparación va ligada también a pensar qué quiero contar.
La habitación física tiene una mesa de despacho que da a una pared que intento que esté lo más desnuda posible. La mesa es negra y tengo libros a ambos lados (y muchos pelos de gatos). El espacio es amplio y luminoso. Tres paredes están pintadas de blanco roto y una de ellas, en color chocolate negro. El tipo de música depende de si respondo correos, redacto temarios, corrijo manuscritos o escribo mis propios relatos (o el estado de ánimo de los personajes). No puedo escribir en la playa, en un bar o en la cama. Tampoco con ruido. Solo puedo hacerlo en una mesa de despacho y en silencio o con música elegida.
Marisa Mañana (1970) nació en Niefang, la segunda ciudad más poblada de Guinea Ecuatorial, vive en España desde que tenía diez meses y es licenciada en Filología Hispánica. Desde 2005, reparte su tiempo entre la escritura y la docencia en clubes de lectura y en talleres de escritura creativa que imparte en bibliotecas, librerías y otros espacios.
Entre 2010 y 2018, ha publicado artículos como «El relato erótico» para Triadæ Magazine. Asimismo, sus relatos han sido recogidos en diversas revistas y antologías: Cuadernos del matemático (2010), Segunda parábola de los talentos (2011), Pervertidos (2012), La carne despierta (2013), Detrás de una mujer hay otra gran mujer (2017) y Píkara Magazine (2018).
Como nosotros es su primer libro.
Resumen del libro (relatos)
Para Marisa Mañana, la erótica de la cotidianidad no pasa necesariamente por el sexo. Se sirve de un pintor, una oveja, unas natillas, un gato, un hospital, la tierra de las macetas o los propios puños. Impregna la edad, el género, la orientación sexual o las ocupaciones y reivindica la búsqueda de la identidad y el erotismo como empoderamiento en un territorio hostil. Para los personajes de Como nosotros, el erotismo está presente en cada instante de la vida.