1.- Háblanos de tu último/s libros. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?
Mi última novela, “En un lugar de paso”, ha sido mi primer intento de escribir una novela negra en serio. La anterior, “El tránsito de Roberto Morrison” me salió gris oscuro con risas y tenía ganas de hacer algo así, más serio, más dentro del género, pero a mi manera, con la mirada puesta en esas mujeres invisibles que nos rodean. A pesar de no ser muy larga, me llevó algo más de dos años darla por terminada y mucho más en conseguir verla publicada.
2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas?
¿Por qué?
Sin duda alguna, la narrativa. Disfruto también con la poesía, hasta he escrito algún poema medianamente aceptable, leo algo de ensayo y disfruto muchísimo con la novela gráfica… de hecho, esa es una de mis ilusiones pendientes: escribir y dibujar una novela gráfica.
3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?
Creo que actualmente se cuestionan muy poco los cánones, todos, al menos a nivel mediático y popular. A fin de cuentas, alrededor de la literatura se ha engordado eso que llaman “industria literaria”, que comparte formato (el libro) pero no espíritu con lo que se supone que es la literatura. El arte siempre cuestiona, rompe, rasga, grita, remueve y conmueve; la industria tiene necesariamente que ser amable, suave, doméstica, accesible sin demasiado esfuerzo, fácil, popular. Claro, esto lo decimos quienes escribimos y creemos que lo nuestro sí es valioso, artístico y salvable, ¿cómo vamos a reconocer que quizá nuestra obra también sea totalmente prescindible, un producto que intentamos vender? Yo, particularmente, intento, a la hora de escribir, ser totalmente honesta conmigo misma y poner todo mi esfuerzo en crear algo mejor que lo que haya podido hacer hasta ahora, elevar el nivel, cuidar la palabra, buscar la precisión, el ritmo, el equilibrio entre lo que cuento y cómo lo cuento y conseguir que finalmente parezca fácil lo que en realidad es difícil: contar bien. El resultado está ahí, juzgarlo ya no es algo que deba hacer yo.
4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras?
Dentro del “género” de novela negra, mis dos principales referencias, con una distancia enorme con respecto a cualquier otro son Andrea Camilleri y Petros Márkaris: me fascina su forma de contar desde la realidad, sus personajes actuales, vivos e inmersos en los problemas sociales actuales. En tercer lugar está Donna Leon, con sus novelas ambientadas en Venecia.
Dentro de otros géneros, por su forma de narrar me encantan Belén Gopegui y Melania G. Mazzucco; otras de mis favoritas son Doris Lessing y Ursula K. Le Guin. Me encantaría ser capaz de construir universos y personajes como ellas lo hacen.
5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?
Harry Potter, estaría forrada y podría dedicarme únicamente a leer, dibujar y escribir.
6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?
Para mí son inseparables. De hecho, es la lectura la que me lanza siempre a escribir; me alimento con libros hasta que reúno las fuerzas necesarias para ponerme a escribir.
7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?
Uno de los libros que más me han gustado en los últimos tiempos ha sido “El arte de perder”, de Alice Zeniter. También estoy disfrutando mucho con “La primera mano que sostuvo la mía”, de Maggie O’Farrell.
Y de escritoras más “pequeñas” o menos conocidas, “Los años oscuros”, de Eva Gallud, su primera novela, que tiene el tacto del terciopelo y la tristeza de una tarde de lluvia; “Abre la puerta”, de Alena Collar, que es un libro de relatos cortos por fuera y enormes por dentro. Y cualquier novela de Elena Casero Viana, por favor.
8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?
Creo que es uno de los mayores retos que tenemos. La inercia es enorme, los “autores” de que se habla en los colegios son siempre los mismos (o eso parece) y nuestro ámbito de actuación, al menos el mío, es un lugar solitario, reconcentrado, un lugar al que traigo lo que encuentro por la calle, le quito un poco el ruido y lo organizo en forma de relato. Esa es una labor que está muy lejos de esa otra tan necesaria: que se nos conozca, que los nombres de las grandes escritoras entren ahí y se estudien igual que se estudian los nombres de autores, a veces incluso menos grandes. No sé bien qué podemos hacer particularmente, pero sí creo que podemos ayudarnos, apoyarnos, llamarnos, hablar unas de otras, ser generosas y recomendarnos. Insistir, ser muy pesadas.
9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?
Normalmente combino ambas cosas, sin filtros: cualquier cosa que me parezca interesante, tanto de género “negro” como de otros tipos. Como fue un periodo muy largo he tenido que consultarlo (sí, soy de esas que llevan registro de lo que leen y hasta les pongo nota a los libros…). Leí a Josefina Aldecoa, Thomas Mann, Kawabata, Yu Hua, Pearl S. Buck, Iréne Némirovsky, Andrea Camilleri, Paul Auster, Alice Munro, Orhan Pamuk, Sándor Márai, Eduardo Mendoza, Belén Gopegui, Fernando Lalana, Alena Collar, Doris Lessing, John Lanchester, Inma Luna, Djuna Barnes, Yukio Mishima, Elena Casero Viana, Leonie Swann (qué maravilla sus novelas con ovejas detectives), Israel Yehoshua Singer, Dolores Redondo, Lorenzo Silva, Patricia Highsmith, Elif Shafak, Imre Kertész, Annemarie Shwarzenbach, Günter Grass, Kurzio Malaparte, Angelika Schrobsdorff, Yordán Radíchkov, Eva Puyó, Line Amselem, Kader Abdolah, Marjane Satrapi, Kapuscinski, Kenzaburo Oé, Vikram Chandra, Rosa Montero, Joyce Carol Oates, Pascal Mercier… y algunos más que me gustaron menos.
10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.
Hasta hace un par de años, mi “habitación propia” iba conmigo: escribía y trabajaba en diferentes sitios, no tenía un espacio personal como tal. Desde hace un tiempo tengo una pequeña habitación presidida por la máquina de coser de mi abuela, en la que almaceno mis lanas para tejer, guardo mis telares y ahora, teletrabajo. Es un espacio muy pequeño con luz natural, alguna planta, pájaros que me cantan y paredes decoradas con recuerdos de viajes, fotografías, un espejo recogido de un contenedor y muchos libros. Y siempre, escriba donde escriba, una taza de café a mano.