Mercedes L. Caballero. Escritora y periodista.

 

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1.- Háblanos de tu último libro. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Cuánto tiempo tardaste en escribirlo?

Al final de las letras es mi primer poemario. Escribirlo y publicarlo ha supuesto cosas diferentes. Por lo primero ha pasado la necesidad, siempre constante en el acto de escribir; por lo segundo, el escuchar a algunas voces que me decían que abriera compuertas y mostrara. Me dejé llevar, lo envié a Ménades, una de mis editoriales preferidas, les interesó y lo han publicado. Todos los poemas que componen el libro se han desarrollado a lo largo de casi tres años, en el taller avanzado de poesía que imparte la escritora y poeta Sonia Aldama. Llevo escribiendo poesía desde hace décadas, pero sentí la necesidad de herramientas y formación y no pude toparme con mejor poeta y docente que ella.

2.- ¿Cuál es el género literario con el que más te identificas? ¿Por qué?

La poesía y el relato. Creo que por dos razones. Me interesa lo que se puede contar con lo no dicho, con los implícitos, y en este sentido, estos dos géneros ofrecen muchas más herramientas o un contexto más favorable. En segundo lugar, por una obsesión con el lenguaje, las palabras, que pasa por la precisión y el desgarro de la brevedad.

3.- ¿Crees que se cuestiona lo suficiente el canon literario existente actual?

Creo que siempre ha existido y existirá el cuestionamiento al canon, sea del tipo que sea, porque lo establecido, lo impuesto como regla lleva adherido también su cuestionamiento, afortunadamente. De profundizar en los interrogantes y quebrar la duda surge la evolución y el enriquecimiento

4.- ¿Cuáles son tus referencias literarias? ¿Y de escritoras? 

Mis referencias literarias son casi todo mujeres. Virginia Woolf está a la cabeza, por un montón de razones que ni siquiera hace falta explicar.  También me fascina Lorrie Moore, Jumpha Lahiri, María Luisa Puga, Clarice Lispector, Sara Stridberg,  Agota Kristof, entre otras. También John Cheever y Chejov. En el género de la poesía, Alejandra Pizarnik, Anne Sexton y Anne Carlson, Sylvia Plath, y por supuesto, Emily Dickinson.

5.- ¿Cuál es el libro que te hubiese gustado escribir?

Supongo que el que no he escrito, pero siempre me ronda.

6.- ¿Cómo relacionas la lectura con la escritura?

Como un binomio inseparable. Escribo porque antes leí. La lectura también pasa por la necesidad. 

7.- ¿Nos recomiendas alguna de tus lecturas recientes?

La facultad de sueños, de Sara Stridberg

8.- ¿Qué crees que podemos hacer las escritoras para obtener más visibilidad en escuelas, universidades, congresos…?

Seguir estando, con nuestro trabajo, nuestra voz. Seguir haciéndonos manifiestas e incuestionables y señalarlo cuando no suceda, sea en el contexto que sea. Luchar contra la pereza que a veces provoca el cansancio de tener que seguir peleando por nuestro lugar. No desfallecer.

9.- ¿Qué estabas leyendo mientras escribías este libro o prefieres centrarte en la escritura para que nada te influya?

Leo y escribo de manera habitual, separar estas dos acciones sería como provocarme una grieta de insatisfacción de la manera más tonta. Una especie de automutilación, de censura. Leo más que escribo, claro. Varios géneros al mismo tiempo: poesía, ensayo, relato, alguna novela, alguna biografía….

10.- Describe cómo es tu “habitación propia”, ese lugar o lugares donde sueles escribir.

Hablaría de un pasillo propio y una habitación. El primero vive en cualquier lugar en el que haya silencio y una libreta a mano. Un paseo, un viaje en tren o en avión, una reunión de personas de la que acabas escapando mentalmente. En el pasillo se fraguan las imágenes, las palabras, las ideas.

Mi habitación propia es siempre la misma, o casi siempre. Y en ella me rodeo de lápices y sacapuntas eléctrico, una silla y una mesa cómodas, bolígrafos, libretas, máquinas de escribir que siguen funcionando, ordenador, plumillas y tintas para caligrafía, silencio, soledad y ensimismamiento.